La historia de Felipe nos arrastra al mundo del circo, perfecto para jugar a unir cuento y música: la habilidad espectacular del malabarista se sincroniza a la perfección con la del trombonista, el número de pelotas en juego es el número de las notas que suenan, las payasadas del cómico lo son también en el trombón… De este modo todo se ajusta: las marchas, los estados de ánimo y los sonidos de los leones. El cuento nos hace escuchar la música, y la música nos hace vivir el cuento. Eso es lo que queremos.
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